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Mitos y Leyendas - Mariana Lucia Granados Lucuara

 Leyenda

El Sombrerón (Antioquia - Medellín )


Se trata de un personaje que vivió en épocas pretéritas en diferentes pueblos. Era un enigmático hombre que vestía de negro y se ponía un gran sombrero del mismo color, montaba un brioso caballo también negro que se confundía con la noche, no hablaba con nadie y a nadie le hacía daño; aparecía y desaparecía como por encanto.


El anciano se le encontraba en las orillas del camino y aunque ya murió, la gente sigue sintiendo su presencia. Físicamente se le describe como un hombre maduro, con un sombrero grande, bien vestido, de rostro perverso y en actitud de observación permanente. Las personas que lo han visto aseguran que lo acompañan dos enormes perros negros cogidos por gruesas cadenas.


Cierto día, después de la jugarreta Santiago y Camilo iniciaron el camino de regreso a casa, tambaleándose a causa de la borrachera, cuando de repente, desde la oscuridad emergió la figura terrorífica del Sombreron y sus enormes perros quienes se abalanzaron sobre los borrachitos, los cuales retroceden aterrados al ver la diabólica presencia.


Camilo se mete al monte, mientras Santiago corre por la trocha; de pronto broto una voz espeluznante que dice: “Si te alcanzo, te lo pongo”; enseguida el sombrero del espectral jinete, sale disparado y comienza a aumentar de tamaño, hasta caer cubriendo totalmente a Santiago.





Mito

Desnudaban al heredero y lo untaban con una liga pegajosa, y lo rociaban con oro en polvo, de manera que iba todo cubierto de este metal. Metíanlo en la balsa, en la cual iba de pie, y a su alrededor depositaban un gran montón de oro y esmeraldas para que ofreciese a su dios», escribió muchos años después el cronista Juan Rodríguez Freyle sobre el mito que corrió febril entre los conquistadores españoles.

En la mayoría de los casos, los conquistadores eran aventureros que habían costeado su viaje con la venta de sus bienes en España. Viajaban al Nuevo Continente con la única ambición de hacerse ricos. El propio Cristóbal Colón, el primero de esta horda de buscadores de oro , menciona en su diario de a bordo 139 veces la palabra oro y tan solo cita a Dios 51 veces. Pocos tenían intención de regresar a España: «Elegir ser pobres en Panamá o ricos en Perú», que citó Francisco Pizarro antes de encaminarse a la aventura de su vida. No obstante, las promesas de ciudades talladas en oro y cubiertas de esmeraldas no pasaban en ocasiones de ser las mentiras que la población local arrojaba para librarse del acoso español. «El Dorado» fue el cuento que cobró más popularidad de todos aquellos.

En 1539, Sebastián de Belalcázar fue el primero en lanzarse a la búsqueda de la mítica ciudad del oro en el valle del río Cauca. Los planes de Belalcázar eran conquistar aquellas tierras y alcanzar el mar de las Antillas, que se suponía cercano a Quito, para embarcarse directamente rumbo a España con el supuesto botín, sin dar cuenta a Francisco Pizarro , el conquistador del Perú. Todavía sin hallar rastro de las ingentes cantidades de metales brillantes que prometían la leyenda, el cordobés descubrió que Gonzalo Jiménez de Quesada, el enviado de Pizarro, se había adelantado a sus pasos. Durante años, ambos conquistadores y el alemán Nicolás de Federmán, procedente de Coro (Venezuela), se disputaron los derechos sobre aquellas tierras que, no en vano, permanecían pálidas de oro.












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